Imanol Erviti da al Caisse el segundo triunfo consecutivo

El Rat Penat, murciélago en español o castellano, apareció a 35 kilómetros del final del día como un vampiro que le iba a chupar la sangre a los ciclistas que se hicieran los valientes. Castigo les dio, subiendo y bajando. Casi más duro por su descenso, repleto de repechos inmisericordes que a más de uno dejaron fuera de la lucha por la etapa. No a Imanol Erviti, que a 20 km de Vilanova, final de trayecto, aprovechó una duda general para abrir hueco en una verdadera rampa descendente. Después, el llano y la falta de fe de los perseguidores le abrieron el camino a su segundo triunfo de etapa en una Vuelta a España, dos años después de su triunfo en Las Rozas.

El navarro, amante de dificutades grandes, como por ejemplo la París-Roubaix, derrochó inteligencia. La que dice que debe usar su equipo para evitar el uno contra uno e imponer la fuerza del grupo frente a rivales de la talla de Purito, Antón, Nibali y los demás. Así es la vida sin Alejandro Valverde.

Purito también tiene equipo. Pero es un guerrillero que sabe luchar sólo. Y, como el día del Xorret, volvió a meterse en un sprint bonificado y con el tercer puesto se ganó dos segundos que le situaban delante de Igor Antón en la clasificación general. Cuando llegaron a la meta, el vasco le bromeó diciendo que habían anulado (como en aquella etapa alicantina) el resultado de la meta volante. Acto seguido Antón felicitó al testarudo y al fin triunfante Rodríguez. Luego, el Katusha sí intentó endurecer la carrera en el Rat Penat, a medias con el Galicia, pero en seguida pareció inútil tanto esfuerzo.


Igor Antón y el equipo Euskaltel no lloran la pérdida. Sabían que tarde o temprano sucedería, porque el margen es pequeño y 'Purito', muy 'pesado'. Pero lo que queda por recorrerse ya no se va a parecer a lo que hemos vivido. Llegan ascensiones más largas en las que sí prodría suceder que el agotamiento de estos días obligue a más de uno a esgrimir la bandera blanca, a rendirse. De momento, el miércoles se sube a la estación de Pal, que no es el Tourmalet y además no viene acompañado de dificultades en los kilómetros previos. Pero son ya 10 kilómetros de subida sin descanso y a una altitud que ya se nota: 1.900 metros. Un lugar donde Rodríguez y Antón seguirán con su marcaje, al igual que Nibali, Tondo, o los multiplicantes pegadores del Caisse d'Epargne.